De lo arbitrario

Hoy voy a hablar de las arbitrariedades. Pensaba comenzar con la superación de la pobreza, pero -digámoslo- las arbitrariedades están a la orden del día, o de mi día, o de nuestros días -en el caso de los estudiantes de derecho.

No se trata de victimizarnos, pero Derecho es una de las pocas carreras donde -oh! paradoja - no existe la doble instancia. En la experiencia "normal" (al menos en la mía en Historia), de partida en la mayorías de los casos tienes un testimonio permanente de tu evaluación (una prueba escrita) la que puede ser recorregida e incluso rerecorregida (como en el caso q la corrección y recorrección la haga un ayudante y luego apeles al profesor). Las pruebas orales en otras carreras son escasas y la mayoría de las evaluaciones 'orales' tienen más que ver con presentación de investigaciones que la evaluación de contenidos -memorizados, pq así es- propiamente tal. Creo que podría estar mil horas hablando sobre lo terrible que son las pruebas orales para efectos de la evaluación de conocimientos, pero como el título lo dice, hoy me quiero centrar en uno de sus defecto:la arbitrariedad.

Hoy fuimos testigos de una terrible injusticia, injusticia que más allá del afecto que sentíamos por la víctima -una querida amiga de la facultad- nos hizo arder el corazón principalmente porque no podíamos hacer nada. nada. hacer nada. Y esa impotencia no logra sino reforzar la idea de la arbitrariedad, del descontrol que tenemos sobre los resultados de un momento tan importante en nuestra vida estudiantil, de lo absolutamente injusta que una evaluación podía ser, y ahí estabamos, afuera de la sala sintiéndonos como los irlandeses en aquel partido, ellos lo vieron, el mundo lo vio, si hasta los franceses lo vieron!, Henry la paró con la mano, y eso no se puede! pero ahí está, Francia en el mundial y la triste Irlanda no.

La RAE, siempre tan sabia, define arbitrariedad como el acto o proceder contrario a la justicia, la razón o las leyes, dictado solo por la voluntad o el capricho*, y es esta última palabrita la que nos duele más. Por último el árbitro del partido Francia v. Irlanda no lo vio, así q ataquemos su negligencia, pero en nuestro caso no se trata de eso, sino del subjetivo juicio que emana de un ser humano respecto de lo que contestaste, de cómo lo contestaste y de la impresión con la que se quedó él, y recalco esto porque conocido es que muchos profesores 'evalúan' sólo por la última parte del examen, de hecho reconocen que es mejor partir mal y terminar bien que la opción contraria; Estos son, a mi parecer, demasiados criterios subjetivos para la determinación de una nota que -si bien no te van a preguntar en tu segunda pega - es importante más que nada para el propio estudiante, que ve en este examen el cúlmine de su vida universitaria.

Y entonces?

No me voy a poner ahora a hablar de otras opciones de examen, porque -asumámoslo- este es el sistema que tenemos, los profesores aunque lo nieguen quieren que nos aprendamos las cosas de memoria y la mejor forma de evaluar eso es un examen oral.

La opción, creo, es entonces entablar la doble instancia en Derecho. Cómo? sencillo, se graba el examen y se presenta a otra comisión -que puede también ser sorteada- y -sin que sepan la nota original- califiquen al alumno nuevamente, se comparan ambas evaluaciones y se determina -mediante algún mecanismo- cuál es la nota final. Se puede además generar un reglamento de modo que quien quiera que su examen sea revisado lo haga porque tiene -como diría el CPC- motivos plausibles para litigar y no que apele por el mero hecho de estar "picado" con su nota. Es, lo tengo claro, una idea que sería demasiado vanguardista para Derecho UC y cuya implementación encontraría en su contra miles de las más creativas excusas, pero en cuyo fondo subyace una sola idea y es que no se puede cuestionar el criterio de los profesores, como si fueran ellos infalibles, eso señores es sólo una cualidad de Dios, no sean soberbios.


Este breve y poco ducho tratamiento del tema es el único homenaje que le puedo hacer a una de las tantas víctimas de estas arbitrariedades en esta facultad y en otras tantas.

Como siempre, espero sus comentarios.


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Instalando la aguja

La palabra dicha son ondas sonoras, y las ondas sonoras son oscilaciones de la presión del aire (cómo les quedó el ojo? gracias wikipedia!)... ¿conocen algo que -y aquí nos alejamos de la terminología física- fluya más que el aire?. Mi palabra dicha durante todos estos años han sido entonces cientos de ondas sonoras que resonaron -unas más, otras menos - en el aire, a veces en las mentes y otras en los corazones de mis contertulios, pero no hay registro de ello y entonces más de una vez me ha tocado que hablen de mis palabras o -peor aún- tener que yo repensar una idea que ya había concluido y - oh por Dios, la certeza jurídica!- no vaya a ser que me contradiga a mi misma en el camino.

Así que aquí estoy, por trigésimotercera vez (sí, agreguémosle un poco de cábala) empezando a escribir en un blog, ahora en uno con cara nueva y ahora con decidas ganas de registrarme a mi misma, para cuando necesite apoyarme en mis propios cimientos.

Entonces, apoyamos la aguja en el vinilo, a ver qué es lo que está grabado en él.


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