Antes de comenzar, le sugiero que descargue el siguiente audio. Lo grabé el día del matrimonio, pero son de los mismos cantos que describo más abajo. Le servirá para ambientarse!
 .................-......................

Velos puestos, brazos tapados, un par de descoordinaciones y ya, se anuncia la llegada del novio. Algo le dice su abuela parada en la puerta y luego él hace su entrada, al mismo tiempo que le lanzan dulces y saltan serpentinas y esas espumas que simulan nieve. Era con escándalo la cosa. El novio, muy a mi pesar –en particular por las fotos que después se tomarían – no se produjo ni un poquito, pero ni uno. Jeans, zapatillas y una camisa manga corta verde. Tan arreglada la novia y tan poquito él, una lata.  Veamos si en el matri se reivindica.
Ya sentado al lado de la novia, la familia de él continuó con el baile que había empezado cuando avisaron que él venía, su mamá, su abuela, su tío, bailaron levantando sobre sus cabezas una bandeja blanca  que tenía una caja roja con forma de corazón (de esas típicas de collares) que –según me explico Dina- estaba llena de “el oros”. Un tambor apareció de algún lugar e Imán, la misma que antes bailaba en su vestido rojo, ahora toda tapada- comenzó a tocarlo y cantar y gritar algunas cosas que, luego me explicó, eran loas a la belleza de la novia, su bondad, su simpatía, etc. Cuando el baile de la familia terminó, la bandeja fue entregada al novio. Este abrió la caja y comenzó a poner las joyas de oro a la novia (yo quiero esta tradición!), aros, anillos, collares, etc. Puro oros. La novia sonreía tímidamente y él seguía su tarea torpemente, sus manos temblaban y cualquiera que haya lidiado con los ganchitos para abrochar un collar, sabe que eso no ayuda mucho. Aquí ya todo cambió, la novia no tenía nada de seria, su sonrisa brillaba más que sus nuevas joyas y por fin dejó su asiento para bailar con su prometido y su familia. 

Terminado el baile, se sentaron nuevamente y una torta fue traída, cortaron un pedazo y los novios entrelazaron sus brazos para darse torta mutuamente, tierni, pero CUEK! Así no era. Las tías bochincheras (así las llamaremos porque eran las que más “avivaban la cueca”) le explicaron al novio que lo que tenía que hacer era sacar torta del pedazo que le entregaron y que del mismo tenedor tenían que comer los dos, al mismo tiempo. Una especie de la clásica “gomita”, pero con torta. El novio, recatado, saco un pedazo grande por lo que se demoraron en que la maroma cumpliera su cometido, pero lo cumplió, risas risas, todos felices. Todos, porque ahora vino el llamado (en árabe) que hace todo animador de discoteque… “dónde están las mujeres solteraaas”, primero la hermana del novio – Isra-, otras niñas después y hasta yo salí en el baile. Del mismo trozo de los novios comen las mujeres solteras para encontrar  (o que le encuentren) marido y casarse. Me gustó, es más democrático que el famoso ramo.

Hasta aquí todo perfecto, el problema se presentó por el incesante tránsito de los pequeños que terminó por voltear la pequeña mesa que estuvo siempre frente a la novia y que tenía 4 pocillos (uno con henna, otro con sal, otro con dulces y otro con –asumo – hummus). Mañana tendré que preguntar para qué eran los dulces, la sal y el hummus, porque sólo me enteré, dado que se hizo igual después, que con el henna pintan las manos de la novia y de las invitadas. En una de mis visitas a la familia de Isra el año antepasado, Imán me pintó las manos y efectivamente queda muy bonito. Aquí unas foto para que se hagan una idea, aunque el diseño en la novia fue mucho más sencillo.

Al comenzar la pintura con henna, el novio y sus familiares hombres partieron, con sus bolsos con todo listo para mañana, preparados para dormir en otro lugar,  ya que no puede estar en la misma casa con la novia. Entonces, nuevamente baile, y filas de pequeñas niñas esperando su turno para pintar sus manitos con corazones, flores y lo que quedaba de henna permitiera. La novia desapareció por un momento y volvió después con otro vestido, más corto, más cómodo, ahora sin sus recién adquiridas joyas y dispuesta a bailar lo que no había bailado durante la tarde. La parte ceremoniosa de su fiesta había terminado, ahora a disfrutar sus últimos bailes como soltera.


Read Users' Comments ( 1 )

*Este post va a ser largo. Me di cuenta de eso en cuanto empecé a escribir. Por lo tanto, aunque lo escribiré todo esta noche para no perder la inspiración (y que no se confunda con lo que pase mañana en el Matrimonio), lo iré posteando por partes en días consecutivos*

Me temo, con bastante certeza, que no podré hacer justicia en el relato a todo lo que vi – presencié hoy. Lamento, así también, no poder acompañar estas palabras con fotos o videos, pero la religión no me lo permite, no la mía –evidentemente- si no la de mis anfitriones. Luego de este breve “disclaimer”, empecemos con el relato de esta, la “despedida de soltera musulmana”, o, más bien, la fiesta de la novia.

Situémonos primero en el lugar: living tradicional de una casa, con todos los sillones y sillas apegados a las murallas, dejando el centro despejado para el baile de las invitadas y el tránsito de los cientos (exageración) de pequeños árabes, de estatura baja y ojos brillantes, muy brillantes, que ya son capaces de hablar un español mejor del que sus padres lograrán, quizás, en toda su vida.

Llegué, claramente, cuando la fiesta ya había comenzado, la música y el tradicional grito tipo aplauso que hacen los árabes me lo hizo notar. Cuando entré a la casa, en ese centro descrito estaba bailando la mismísima Isra, elegantísima, en un vestido corto y de muchos vuelos que sólo hacían notar que ella mueve las caderas mejor que Shakira y que su movimiento de hombros Dios quiera que sea genético porque veo bien difícil que yo lo logre poder hacer (a favor de la teoría de la genética es que poco después se puso la abuela –Muna- a bailar y también podía hacerlo perfectamente hasta donde sus largos ropajes permitían verlo, así que sí, debe ser genético, si no, no se explica cómo una señora de esa edad y con lo que le ha tocado vivir pueda moverse así).  Poco después veo a Imán, tía de Isra, que tiene 2 años menos y 4 hijos más que yo, envuelta en un vestido rojo, maquillada, estupenda y bailando mejor que toda la descripción que ya hice. Si quisiera, podría tener su propia escuela de danza árabe, the real one, y mejor que esos falsos vientres que se mueven por ahí.

La mayoría de las mujeres estaban sin velo. Sólo la abuela y una de sus hijas, también tía de Isra, se mantenían con el velo  (ella usa burka todo el tiempo, así que tener su rostro descubierto equivale al estar sin velo de las demás mujeres).  En ese “pequeño gesto” (para nosotros) yacía entonces la esencia de esa parte de la celebración, este era realmente un “sólo entre chicas”, en que mover las caderas, los hombros descubiertos y el pelo al viento (o al soplido del ventilador en este caso) no está prohibido por ninguna ley ni religión. Juro que con un mango sour y si entendiese algo de árabe habría bien poca diferencia con un club de lulú. Pero no, nada de árabe, ni atisbo de ningún sour, así que me dediqué a observar un buen tiempo, a ver a estas mujeres que yo conocía en lo cotidiano de su casa con pantalones y polera, muy normal, y que cuando salían a la calle se tapaban hasta las ilusiones porque así está escrito en su cultura y su religión. Verlas así, bailando, sensuales, cómplices, es toda una nueva faceta que me siento feliz y privilegiada de haber podido compartir aún sólo como observadora (Esto, en cualquier caso, me lleva a dos tareas personales: (1) TENGO que aprender árabe; (2) pásenme un poco de aceite lubricante porque si logro bailar así…).

La tarde fue avanzando entre los distintos bailes de la invitadas, con más o menos cadera, con más o menos hombros, con más o menos salto, bailes en los que, hay que decirlo,  las mujeres jóvenes casadas llevaban claramente la delantera. Su baile era más controlado, menos ansioso que el de las menores “solteras” (hágase la idea, de todas formas, que las casadas tienen entre 2 a 3 años más o menos que usted, probable lector, es decir que yo, y las solteras tienen entre 14 y 18 años). Esto me llevó a pensar, en uno de los tantos hilos que se tejieron en mi cabeza esta tarde, que ya que lo difícil no es encontrar marido si uno es musulmán (don’t worry, su familia lo encuentra por usted o, si usted mujer, será encontrada por la familia del novio), lo difícil viene después, sobre todo en los lugares que se permite la poligamia, lo difícil es que hay que mantenerlo. Así, da lo mismo que el susodicho no la vea maquillada, o no vea su esplendoroso pelo sino el día antes de su matrimonio, lo importante es que lo vea después, lo importante es que usted baile bien después, mire que con la competencia, no queda más que mejorar la productividad.

Ahora, finalmente, llegamos al centro de la fiesta, a la preciosa morena que tranquila, impasible, esperaba sentada en un sitial de honor en una de los lados de este “rectángulo de baile” que se armó. Usaba un vestido crema con rojo largo, que sería muy típico vestido de graduación de nosotros; Ni velo, ni hombros cubiertos. Un peinado recogía su pelo y lo adornaba de pequeños pinches con brillos (sin brillos el traje no es muy árabe sepa usted). No hablaba mucho y apenas sonreía. Me pareció una novia muy seria, pensando que estábamos en “su” fiesta, pero bueno, la señorita en cuestión llegó hace 5 días de Irak, a donde la fueron a buscar el novio –Ahmed- y su mamá, no tiene amigos acá, no habla español y acaba de dejar a toda su familia, para armar la suya propia en otro país a –no quiero ni calcular cuántos ochorromiles- kilómetros de distancia.  El baile continuaba, el semblante de la novia también, hasta que algo pasó, algunas bailarinas siguieron en su tarea, pero otras se detuvieron y empezaron a buscar sus carteras o entrar a las piezas, algo iba a pasar –evidentemente- pero yo no tenía idea qué. Aquí apareció la pequeña Dina (Isra por su parte aprovecha mucho estas fiestas y baila y baila todo el rato, así que no me pesca mucho, no la culpo en lo más mínimo, tiene 16 años, en 2 o 3 más va a estar casada y con varios hijos a cuesta, que aproveche). Dina se convirtió en mi guía en lo que vendría a continuación, demasiado chica para compartir con “las grandes”, demasiado grande para compartir con los chicos. Habla perfecto español y árabe y tiene ganas de contar cosas y conversar. Una perfecta guía.  Dina me contó que venía el novio, eso explicaba porqué las mujeres comenzaban a taparse, los ya conocidos trajes largos y oscuros (con bordados brillantes sí, no lo dude) comenzaron a aparecer, también esas especies tapados para el pelo que van bajo el velo, pantalones bajo los vestidos, etc. Lo importante, en todo caso, no es el cambio de vestuario de las visitas, sino el impresionante cambio en el semblante de la novia. De repente su seriedad se transformó en una sonrisa nerviosa, en un pestañeo ansioso y un par de palabras cómplices con la otra joven que estaba sentada a su lado. Yo creo que nadie debería casarse si no quiere, pero si uno ha sido toda la vida criado pensando que serán sus padres los que finalmente den el sí, algún nexo especial se crea con la “persona elegida”, porque, aunque no puedo decir que era amor, algo más que nerviosismo brillaba en los ojos de la novia.


Read Users' Comments ( 3 )