*Este post va a ser largo. Me di cuenta de eso en cuanto empecé a escribir. Por lo tanto, aunque lo escribiré todo esta noche para no perder la inspiración (y que no se confunda con lo que pase mañana en el Matrimonio), lo iré posteando por partes en días consecutivos*

Me temo, con bastante certeza, que no podré hacer justicia en el relato a todo lo que vi – presencié hoy. Lamento, así también, no poder acompañar estas palabras con fotos o videos, pero la religión no me lo permite, no la mía –evidentemente- si no la de mis anfitriones. Luego de este breve “disclaimer”, empecemos con el relato de esta, la “despedida de soltera musulmana”, o, más bien, la fiesta de la novia.

Situémonos primero en el lugar: living tradicional de una casa, con todos los sillones y sillas apegados a las murallas, dejando el centro despejado para el baile de las invitadas y el tránsito de los cientos (exageración) de pequeños árabes, de estatura baja y ojos brillantes, muy brillantes, que ya son capaces de hablar un español mejor del que sus padres lograrán, quizás, en toda su vida.

Llegué, claramente, cuando la fiesta ya había comenzado, la música y el tradicional grito tipo aplauso que hacen los árabes me lo hizo notar. Cuando entré a la casa, en ese centro descrito estaba bailando la mismísima Isra, elegantísima, en un vestido corto y de muchos vuelos que sólo hacían notar que ella mueve las caderas mejor que Shakira y que su movimiento de hombros Dios quiera que sea genético porque veo bien difícil que yo lo logre poder hacer (a favor de la teoría de la genética es que poco después se puso la abuela –Muna- a bailar y también podía hacerlo perfectamente hasta donde sus largos ropajes permitían verlo, así que sí, debe ser genético, si no, no se explica cómo una señora de esa edad y con lo que le ha tocado vivir pueda moverse así).  Poco después veo a Imán, tía de Isra, que tiene 2 años menos y 4 hijos más que yo, envuelta en un vestido rojo, maquillada, estupenda y bailando mejor que toda la descripción que ya hice. Si quisiera, podría tener su propia escuela de danza árabe, the real one, y mejor que esos falsos vientres que se mueven por ahí.

La mayoría de las mujeres estaban sin velo. Sólo la abuela y una de sus hijas, también tía de Isra, se mantenían con el velo  (ella usa burka todo el tiempo, así que tener su rostro descubierto equivale al estar sin velo de las demás mujeres).  En ese “pequeño gesto” (para nosotros) yacía entonces la esencia de esa parte de la celebración, este era realmente un “sólo entre chicas”, en que mover las caderas, los hombros descubiertos y el pelo al viento (o al soplido del ventilador en este caso) no está prohibido por ninguna ley ni religión. Juro que con un mango sour y si entendiese algo de árabe habría bien poca diferencia con un club de lulú. Pero no, nada de árabe, ni atisbo de ningún sour, así que me dediqué a observar un buen tiempo, a ver a estas mujeres que yo conocía en lo cotidiano de su casa con pantalones y polera, muy normal, y que cuando salían a la calle se tapaban hasta las ilusiones porque así está escrito en su cultura y su religión. Verlas así, bailando, sensuales, cómplices, es toda una nueva faceta que me siento feliz y privilegiada de haber podido compartir aún sólo como observadora (Esto, en cualquier caso, me lleva a dos tareas personales: (1) TENGO que aprender árabe; (2) pásenme un poco de aceite lubricante porque si logro bailar así…).

La tarde fue avanzando entre los distintos bailes de la invitadas, con más o menos cadera, con más o menos hombros, con más o menos salto, bailes en los que, hay que decirlo,  las mujeres jóvenes casadas llevaban claramente la delantera. Su baile era más controlado, menos ansioso que el de las menores “solteras” (hágase la idea, de todas formas, que las casadas tienen entre 2 a 3 años más o menos que usted, probable lector, es decir que yo, y las solteras tienen entre 14 y 18 años). Esto me llevó a pensar, en uno de los tantos hilos que se tejieron en mi cabeza esta tarde, que ya que lo difícil no es encontrar marido si uno es musulmán (don’t worry, su familia lo encuentra por usted o, si usted mujer, será encontrada por la familia del novio), lo difícil viene después, sobre todo en los lugares que se permite la poligamia, lo difícil es que hay que mantenerlo. Así, da lo mismo que el susodicho no la vea maquillada, o no vea su esplendoroso pelo sino el día antes de su matrimonio, lo importante es que lo vea después, lo importante es que usted baile bien después, mire que con la competencia, no queda más que mejorar la productividad.

Ahora, finalmente, llegamos al centro de la fiesta, a la preciosa morena que tranquila, impasible, esperaba sentada en un sitial de honor en una de los lados de este “rectángulo de baile” que se armó. Usaba un vestido crema con rojo largo, que sería muy típico vestido de graduación de nosotros; Ni velo, ni hombros cubiertos. Un peinado recogía su pelo y lo adornaba de pequeños pinches con brillos (sin brillos el traje no es muy árabe sepa usted). No hablaba mucho y apenas sonreía. Me pareció una novia muy seria, pensando que estábamos en “su” fiesta, pero bueno, la señorita en cuestión llegó hace 5 días de Irak, a donde la fueron a buscar el novio –Ahmed- y su mamá, no tiene amigos acá, no habla español y acaba de dejar a toda su familia, para armar la suya propia en otro país a –no quiero ni calcular cuántos ochorromiles- kilómetros de distancia.  El baile continuaba, el semblante de la novia también, hasta que algo pasó, algunas bailarinas siguieron en su tarea, pero otras se detuvieron y empezaron a buscar sus carteras o entrar a las piezas, algo iba a pasar –evidentemente- pero yo no tenía idea qué. Aquí apareció la pequeña Dina (Isra por su parte aprovecha mucho estas fiestas y baila y baila todo el rato, así que no me pesca mucho, no la culpo en lo más mínimo, tiene 16 años, en 2 o 3 más va a estar casada y con varios hijos a cuesta, que aproveche). Dina se convirtió en mi guía en lo que vendría a continuación, demasiado chica para compartir con “las grandes”, demasiado grande para compartir con los chicos. Habla perfecto español y árabe y tiene ganas de contar cosas y conversar. Una perfecta guía.  Dina me contó que venía el novio, eso explicaba porqué las mujeres comenzaban a taparse, los ya conocidos trajes largos y oscuros (con bordados brillantes sí, no lo dude) comenzaron a aparecer, también esas especies tapados para el pelo que van bajo el velo, pantalones bajo los vestidos, etc. Lo importante, en todo caso, no es el cambio de vestuario de las visitas, sino el impresionante cambio en el semblante de la novia. De repente su seriedad se transformó en una sonrisa nerviosa, en un pestañeo ansioso y un par de palabras cómplices con la otra joven que estaba sentada a su lado. Yo creo que nadie debería casarse si no quiere, pero si uno ha sido toda la vida criado pensando que serán sus padres los que finalmente den el sí, algún nexo especial se crea con la “persona elegida”, porque, aunque no puedo decir que era amor, algo más que nerviosismo brillaba en los ojos de la novia.


3 comentarios:

Paula dijo...

Abierto a comentarios!

Tracy dijo...

Good !!! Entonces al final sí fue separado. Al leer tu post no podía sino encajar lo que veías con lo que estoy viendo aquí. Yo que llegué tan tolerante ando desarollando ideas no muy politicamente correctas que mejor ni posteo y te comento luego. Pero tienes razón que al final del día, es sólo entre ellas que pueden ser.
Al menos cuando son conservadoras porque creeme que las hay bien liberales (conocí un par y son geniales).
Me alegra en todo caso que estes viviendo esas experiencias, son unicas y uno aprende mil. Lo que contabas me recordo en especial a ese libro que te comente una vez…La Chicas de Riyad. Recuerda que te lo preste a mi regreso.
Y APRENDE ARABE CONMIGO. Con una amiga del curso de árabe en Chile estamos con la idea de inscribirnos en el palestino o algo así.

besos !

sergio dijo...

me encanto!!!
espero que salga la segunda parte de la saga
oye, quiero retomar mi vida bloggera, asi que si me enseñas a amononar mi blog, feliz
besos

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