Después de tantos días se me va a hacer difícil escribir con detalles y con gracia. La emoción ya pasó y evidentemente son las líneas emocionadas las que me resultan mejor, así que este post  probablemente será más descriptivo y, de todas formas, más reflexivo.

Después de la emoción del día Jueves, de la expectación y la constante fascinación por lo que pasaba, el día Viernes –seré sincera- se me hizo más tediosa la tarde, en parte porque el calor era tremendo (y nuevamente estábamos en el mismo living que les describí antes, y la misma cantidad de personas), también porque llegué más temprano (+ temprano, + calor, + tiempo) y, finalmente, porque lo que ocurrió entre las 15 y las 20 hrs fue bastante similar a lo que había ocurrido el día anterior. Bailes, cantos, bailes, bailes, cantos, bailes, cantos, cantos  y loas a la novia, todo por supuesto en árabe así que quedará en el misterio todo lo que allí se dijo y cantó, al menos para nosotros. Eso sí, esta vez  y por la hora, nos dieron almuerzo a todos. Un plato de arroz árabe (sí, redundante) con ensalada y cordero para los adultos, el que cambiaba por pollo en los niños. Hay que decir que ya soy una experta en comer cordero con la mano (literalmente, no es que uno lo envuelva en una servilleta y lo muerda con la boca, sino que se van sacando pedazos con la mano para comerlos). Para el arroz y la ensalada, eso sí, se entregaron tenedores (Cuando he comido con ellos a veces en vez de tenedores usan pan pita como una especie de cuchara para esos alimentos).
Una vez que los niños terminaron de comer y desocuparon el suelo, vino el almuerzo de los adultos y luego ese tradicional te bien caliente, servido en vasos y con una cantidad de azúcar que mataría a cualquiera de un coma diabético antes de poder rezar un padre nuestro, yo que soy mala para las bebidas calientes, por supuesto me salté esta etapa. Entiendo las razones químicas o físicas, pero sigo pensando que tomar algo caliente con este calor es un acto un tanto suicida.
Terminada la comida entonces, vino una especie de calma, un reposo del baile y del ruido (cualquiera de mis amigos viajantes podrán certificar lo ruidoso que los árabes son) esperando, qué? Que la novia hiciera su aparición. Hasta ese momento estaba encerrada con Isra e Imán, terminando de arreglarse. A los pocos minutos salió, entera de blanco en un vestido con corsé y falda tipo princesa y con todos los brillitos que pueden imaginar. Por supuesto el vestido tenía un enorme falso, hecho de capas y capas de tul? Noooo, falso a la antigua! Ese armatoste de alambre que hace que su vestido se vea como una circunvalación perfecta!, pero que no le permite estar cómoda en toda la noche. En mi ignorancia pensé que ese tipo de armados no existirían, pero de hacerlo, evidentemente, sería una novia árabe la que lo usaría. Es que, y que se entienda que con respeto lo digo, en su cultura se reúnen muchos clichés occidentales que en nuestro caso se han ido puliendo y des intensificando, pero que para ellos siguen siendo los estándares de elegancia y belleza. Es todo un tema para ahondar.
La novia nuevamente fue sentada en un sitial preferencial y ahí se quedó, al igual que el día anterior, mirando seria como las demás bailaban y cantaban. Hoy de verdad no se podía mover y no parecía querer tampoco, podría decirse que estaba nerviosa, pero no parecía ser eso realmente.

La tarde siguió avanzando, la novia seguía en su lugar y reapareció Dina a saludarme. Mi pequeña guía me comentó que, al ser la novia iraki y en consecuencia al hablar un árabe distinto, a veces ella se perdía de las conversaciones de las invitadas que en su mayoría son de origen palestino y que, por lo tanto, debían “cambiar” su árabe para que la novia lo entendiera. Por algún motivo, y aún cuando evidentemente nuestros roles eran MUY distintos en esa fiesta, sentí un poco más de empatía con la novia y me sentí realmente urgida a hablar con ella, pero eso del idioma se interpone de forma brusca y el uso de interpretes no serviría en este contexto. Nuevamente, tengo que aprender árabe.
Con un poco de letargo vi otra vez los bailes del día anterior, con bastante vergüenza salí a bailar un par de veces yo misma (y ahora puedo decir con más propiedad que algo de caderas puedo mover, el problema es coordinar eso con el difícil movimiento de pecho y brazos) y así fueron pasando las horas que, luego de un par de falsas alarmas de “viene el novio”, hicieron que las invitadas fueran poco a poco localizando sus pañuelos y teniendo a mano sus vestidos y tapados.
Alrededor de las 20 hrs comenzó la corredera, las invitadas a taparse y la novia apareció de repente con una especie de capa blanca de raso cubierta con encajes que le cubría los hombros que su corsé mostraba y que incluso tenía una capucha que tapaba su cabeza, la que de ahora en adelante mantuvo siempre mirando al suelo, sutil gesto que generó el nudo en mi estómago que no se deshizo sino hasta unos días después.
En este punto me nombraron camarógrafa de la ceremonia, la verdad no sé por qué, pero en ese minuto pensé que sería una ventaja ya que me permitiría ver lo que pasara más de cerca…pamplinas, si hubo una palabra que debería haber aprendido antes era “permiso”, porque entre los cantos, los bailes, el ruido y mi español, esa pobre familia va a ver un par de burkas, unos cuantos velos y lo que alcancé a grabar arriba de una silla, el resto, quedará a su imaginación. En todo caso,  no se preocupen, porque lo que no alcancé a grabar bien, al menos sí lo pude ver mientras trataba de ajustar la cámara para lograr una toma decente.
El asunto parte así, los hombres con el novio llegan a la casa de la novia (que en este caso, por las razones que expliqué, es la casa del novio) y se “toman” la calle con una dinámica similar a la de las mujeres, cantando, bailando (sin vientre, eso sí) y gritando consignas al novio. Las mujeres, por su parte, se reúnen en la puerta de la casa y contestan a estos cantos con los propios, con lo que se arma una especie de “batalla musical” un panorama deleitable para una melómana como yo. En un momento, los hombres tomaron en andas al novio y lo “depositaron” frente a la puerta de la casa. Uno de sus familiares anunció a viva voz la llegada del novio y este entró a la casa y en el sitial donde siempre estuvo la novia esperando, la besa. Ahí entonces, empieza la fiesta. Nada de votos, ni bendiciones, ni ceremonia, aquí nos vamos directo al “puede besar a la novia”. Aunque no soy experta, vale decir en todo caso que el matrimonio musulmán sigue la teoría del perfeccionamiento del acto mediante la consumación, de modo que hasta que no tengan relaciones sexuales no hay realmente marido y mujer, lo que en este caso se lo toman muy en serio, ya leerán por qué.
Luego del beso comenzaron las felicitaciones, la familia primero evidentemente, que al paso le traía un jarrón con jugo del que bebieron ambos novios y del que luego, por supuesto, bebieron las mujeres solteras (y yo de nuevo en el baile). De ahí comenzó la fiesta, el lanzamiento de dulces, la repartición de la  torta, el tradicional lanzamiento del ramo, etc. El espacio era tan pequeño que terminaron por salir a la calle a bailar con la música puesta en los autos y con una fiesta que atraía a todos los vecinos. Aquí, sin embargo, fue cuando caí en cuenta de lo que realmente estaba presenciado, de lo que había ocurrido frente a mis ojos y que yo, embobada por lo distinto, por lo “exótico” había pasado por alto.  La novia seguía adentro, sola, sin salir a bailar, sin cara de baile, sin cara de celebración, quizás, porque no tenía nada que celebrar.
Antes de salir al baile “masivo” pusieron un lento y apagando las luces los cubrieron con una especie de velo que, por supuesto, no tapaba nada a nuestros ojos, ni les disimulaba a ellos la treintena de ojos que tenían fijos sobre sí. Un lento, es, evidentemente y en todas las culturas un baile que se baila dando círculos, sin desplazarse del lugar, sin aplicar mucha técnica de baile y que tiene un sólo objetivo y que no es bailar precisamente (es darse besitos, no piense otra cosa, para todo lo demás, tiene el reggaetón). El asunto es que el pobre novio no recibió si no negativas por parte de la novia en sus intentos de robarle aunque sea un piquito a su recién adquirida esposa. La novia terminó bailando, literalmente,  con su pera pegada al pecho, mirando al suelo, absolutamente escondida de su marido y del exterior. Terminó el baile y se sentó, y ahí se quedó a veces sola, a veces acompañadas, sin ningún atisbo de alegría, o de ese brillo especial que tienen las novias y aunque bien puede haber sido el tan desarrollado pudor que tiene los árabes, lo que le impidió besar a su marido cuando bailaban,  su actitud en general me hacían pensar que simplemente  no quería hacerlo, aunque ruego en Dios que haya sido sólo mi impresión.
En mi afán por saber por qué la novia no salía, me acerqué a una señora que hacía poco había llegado, la que claramente hablaba también español y que resultó ser la jefa de la mamá del novio (dueña de la peluquería donde Majida trabaja haciendo depilación con hilos), muy dispuesta, me explicó que la novia simplemente se negaba a salir lo que no le parecía mucho, pero bueno, no se le podía obligar.
Poco rato después la multitud comenzó a desmembrarse y entrar a los autos, ahí Dina nuevamente entró a la cancha y me explicó que había que ir a dejar a los novios. Así que aquí estaba! Había que asegurarse que los novios efectivamente se “casaran”, por lo que había que acompañarlos hasta la puerta del lugar de los hechos. Para estos efectos habían arrendado un par de furgones escolares y acompañaban varios autos que, escoltando a los novios, se fueron en caravana hasta una nueva locación, un departamento que le serviría a los novios de morada por los primeros días.  Yo, evidentemente, me subí a un furgón como pude y partimos de nuevo (estaba muerta, pero si vamos a hacer las cosas, hay que hacerlas bien) en el camino fueron cantando, los niños molestando y bueno, las miradas de los curiosos en los semáforos no se hacía esperar, no es de todos los días que ves una caravana de musulmanes cantando y bailando. La alegría de la corte llegó a tal que en una luz roja los hombres llegaron a bajarse de un auto poner la música fuerte y bailar ahí en la calle, acompañado de los gritos y palmas de algunos compatriotas y una que otra fotografía tomada desde el siempre dispuesto celular.

Nos bajamos todos y entramos a un pequeño parque que tenía el edificio, allí los cantos y los bailes siguieron, los vecinos se asomaron por las ventanas para ver como improvisadamente les llegaba un poco de medioriente a su casa un viernes por la noche. Después de unos minutos bailando, la procesión se dirigió hasta los ascensores donde, finalmente, los novios fueron dejados solos, la tecnología aquí se opuso entonces a que los escoltaramos hasta la puerta de la casa (gracias a Dios) y luego, entre unos ya más débiles cantos, el grupo fue desintegrándose, despidiéndose y terminando entonces esta celebración de dos días.

Por supuesto, a usted también se le acaba de olvidar nuevamente, lo que ha leído en este relato. Si lo hubiese escrito justo ese día, probablemente tendría una mejor pluma y además más detalles para afirmar mi postura, pero yo creo que la novia no quería casarse, o no con él al menos, que lo que ocurrió frente a mis ojos, y lo que acaba de leer, es una de las violaciones a los derechos humanos más graves y atentatorios con la libertad personal, contra la integridad y contra los llamados derechos de segunda generación relativos a la asociatividad y entre ellos al formar una familia. Hay muchas cosas que respetar de una cultura, hay muchas cosas que por simple formación pueden finalmente aceptarse, pero no creo que esta sea una de ellas, no creo que los matrimonios “arreglados” deban ser aceptados en ninguna parte del mundo, porque –si como dice nuestra Constitución – la familia es la base de la sociedad,  la piedra fundante de esa familia – que es el Matrimonio- debería partir desde un supuesto de libertad y, por supuesto, de amor.
El sin sabor del  “no-amor” que vi en la novia ese día, me aterrizó a una realidad que siempre siendo ajena, esa noche la sentí aún más extraña.



1 comentario:

Paula dijo...

Perdón lo largo, perdón la mala redacción, pero ni siquiera me da la cabeza para editarlo.

Quería escribir luego este post para poder escribir de otras cosas y me demoré enormidades. A ver si mañana puedo echarle una manito de gato, en todo caso, prefiero sus críticas primero.

Gracias por leer!

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