Voy a contar la historia de Llico. O mi historia de Llico más bien, que envuelve uno de los momentos más conflictivos que tuve mientras estuve trabajando en la reconstrucción y que se me viene a la memoria de mano de, por supuesto, lo que hemos visto este día, lo que está ocurriendo a estar horas (evacuación) y lo que tanto se discute a nivel político y ciudadano cuando se habla de la reconstrucción, me refiero al dónde y al qué reconstruir.

Así quedó Llico, con sus habitantes bajo los árboles del cerro que los aísla del resto del mundo y, cuando llegaron “los ricos del lago”*, en mediaguas donadas por ellos y construidas en ese mismo cerro. Cuando llegué yo, acompañada de un algunos funcionarios municipales, a visitar a las más de 90 familias de la lista de beneficiarios de mediaguas según la municipalidad, me enfrenté por primera vez a la incómoda situación de que no me contaran sus historias, sino que me exigieran su mediagua, su segunda mediagua, porque eso era lo que les “habían prometido”. No me voy a meter en el conflicto político de fondo que hubo aquí, quizás en otro momento lo haga, sino que me quiero enfocar en dos cosas, la situación de los habitantes de Llico en particular, y la reacción personal.

¿Qué pasa hoy con las personas de Llico?, hoy, 11 de Marzo, en que tenemos alerta de tsunami nuevamente, en que el agua amenaza nuevamente, ¿temerán?, ¿dejarán sus casas y partirán al cerro?. Prometo que cuando hablaban de cómo se estaba planificando la evacuación volví casi presencialmente a Llico y me vi compartiendo nuevamente una camioneta municipal, avisándole a las personas, que sí, por ese terremoto que ocurrió por allá lejos en Japón, ellos nuevamente corrían el riesgo de perderlo todo, y perderse a ellos mismos.
El temor y la tozudez pueden manifestarse más en conjunto de lo que uno piensa frente a una misma situación, o quizás incluso van de la mano. En lo personal Llico me dejó –aparte del sinsabor de la experiencia misma de verme involucrada en una promesa política de la que no era parte- con uno de los cuestionamientos más grandes respecto de la reconstrucción y que tiene que ver directamente con el dónde. ¿Será que Chile simplemente no se puede permitir un borde costero habitable?, y entonces, qué hacemos con el pescador para que salga a pescar, ¿dónde vive? La respuesta evidentemente no la tengo yo, pero ante estas emergencias en las que nos vemos involucrados, vale la pena darle una vuelta. Porque, con la mano en el corazón, ¿Cómo viviríamos si cada vez que hay un terremoto importante tuviésemos que abandonar todas nuestras pertenencias, nuestra historia, para salvar la vida?
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*Así le llaman a las personas –generalmente santiaguinos- que tienen unas casas tremendas y que jamás pude ver porque están internadas en el bosque a orillas del lago y lejos del camino.
Si quieren ver imágenes de Llico después del terremoto, existe esta Galería de Terra
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