ONG's pesquenme!!!

Este post es de descargos públicos, así que no esperen algo muy interesante : P

Como algunos deben saber, estoy buscando trabajo. Además, estoy haciendo la práctica - que para aquellos lectores que no sean estudiantes de d° y/o abogados - les comento que son 6 meses de servicio gratuito a las personas que no pueden costear asesoría legal, esto se realiza en diversos consultorios repartidos en las comunas del país y, en casos como el mío, a veces también se especializan por materia. Por mi parte, llevo causas de Derechos Humanos, fue una bendición conseguir hacer la práctica ahí, estoy muy contenta con mis causas, aprendiendo muchísimo y no tengo nada de que quejarme.


A la Oficina en la que hago la práctica debo asistir dos medios días, el resto de los días de la semana quedan para hacer trámites, pero lo cierto es que - sobre todo si uno tiene experiencia de procurador- en  medio día más puede hacer todos los trámites necesarios (sin contar actuaciones especiales, como alegatos o audiencias, evidentemente). Los que me conocen saben que suelo hacer varias cosas al mismo tiempo, por lo que tener un día y medio ocupado a la semana hace que me sienta como una real vaga (porque lo soy) y además no me ayuda para avanzar en las otras cosas que debo avanzar (a.k.a.: tesis), simplemente porque trabajo mejor bajo presión.

Cuando me di cuenta que la práctica me lo permitía por el tiempo que debía dedicarle, me puse a buscar trabajo. Lo primero fue hacer el cv, en lo que recibí invaluable asistencia de la Sra. Cabreira, que finalizó en la confección de dos cv: uno para estudios de abogados y otro para ong y gobierno. Mis dos "yo".

Mi yo formal, mi yo "del cartón" dice que seré abogada, que en un par de requisitos más, estoy habilitada por la Corte Suprema para representar a  las personas en sus problemas legales. Ese yo de cartón, sin embargo, no es mi yo real, mi yo real es el yo que estudió la carrera que más se acomodaba en una lógica entre habilidades y perspectivas laborales. Derecho es una carrera que sí, enseña leyes, pero que además inculca una serie de habilidades que permiten trabajar en otro tipo de actividades: administrativas, organizacionales y otras tantas que, si bien es cierto, son más "básicas" en otras carreras (ing. comerciales y civiles), no son excluyentes de estas y, a consecuencia de ello, debería permitir a más carreras (entre ellas derecho *cofcof*) a llegar al bendito proceso de postulación a distintos trabajos entre los cuales están los relativos a la lucha contra la pobreza.

Sí, me acuso, no sé usar excel, pero eso no significa que no pueda planificar, organizar, armar un proyecto, presentarlo a un público (de hecho podría apostar que lo puedo hacer mejor que un ingeniero), y coordinar actividades. Todo eso es lo que se lee en la descripción de perfil de las pegas que me interesan (coordinador de programas en fundaciones, por ej.) , el problema es cuando llegamos a "profesión", ahí las alas se cortan y me temo -con dolor- que al menos por ahora, voy a terminar usando mi cabeza y mi tiempo en un estudio de abogado, perdiendo meses de mi vida en defender lo indefendible, sólo porque son los únicos dispuestos a contratarme.

Ghandi, Mandela, San Alberto Hurtado,  tantos más, todos abogados! Es necesario decir más?


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Campaña Peluches





La agrupación Desafío levantemos Chile, creada para ayudar a las víctimas del terremoto del 2010 está realizando una campaña de recolección de peluches, los que serán enviados a Jardines Infantiles que se están encargando de reconstruir en las zonas afectadas.

Si tienes algún peluche que donar, contáctame (paubadilla@gmail.com) y nos ponemos de acuerdo para hacerlo llegar a la agrupación. Sólo tiene que estar en buen estado. La campaña dura hasta este viernes!!

Un peluche ya es un gran aporte, anímate!!


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Pocas veces defiendo la política de intervención internacional que tiene Estados Unidos. La mayoría de las veces pienso, como muchos, que su intervención tiene poco de humanitario y mucho de garante de intereses propios, sin embargo, y en el caso de Libia, existe un sustento legal que justifica el uso de la fuerza contra el gobierno de Gaddafi y que, aún cuando pueda tener sus motivos ulteriores, hacen que en este caso en particular apoye las acciones tomadas. El nombre de este fundamento legal es conocido como la doctrina de “La Responsabilidad de Proteger” (R2P en adelante). 



La R2P es tan antigua como el derecho, podemos trazarla incluso hasta los romanos, sin embargo es ya más esquematizada por Grocio en su “Derecho de Guerra y Paz” de 1625, donde establece no como una facultad sino como un deber de las otras naciones la asistencia al pueblo oprimido por un soberano que ejerce su autoridad injustamente y sin velar por el bien de sus súbditos.

Por no hacer una exposición tan larga, voy a saltarme a la década de los 90's en que dos grandes fracasos de la ONU marcaron la pauta en lo que sería el desarrollo de esta doctrina: Me refiero al Desastre de Srebrenica y el fracaso de la intervención en Somalia. En ambos casos (los invito a informarse más) las intervenciones hechas por cascos azules de la ONU fueron insuficientes. En el caso de Srebrenica tuvo que intervenir la OTAN para poder detener el genocidio que los serbios estaban cometiendo contra los bosnios, mientras que en el caso de Somalia... bueno... aún no hay intervención exitosa alguna. A partir de las críticas hechas a estas intervenciones y al alto costo en vidas humanas que tuvo su insuficiencia, es que Kofi Annan -principalmente- comenzó a hablar de la responsabilidad de la comunidad internacional como un todo de responder ante estas situaciones y de proteger a las víctimas de estos conflictos ya sean nacionales o internacionales.

El 2005 en la “World Summit” de la ONU, en que se revisó lo hecho por esta organización en sus 60 años de existencia, se trató ya más formalmente el tema, estableciendo que los Estados son responsables de proteger a sus nacionales de cualquier atentado contra su vida, seguridad y derechos humanos y que ante el incumplimiento de este deber, la comunidad internacional está habilitada para actuar. Este es entonces, y muy a grandes rasgos, el marco legal en que se encuentra la intervención hecha a Libia hoy.

En las reuniones preparativas de la “World Summit” un grupo de expertos en lo relativo a este tema estableción 5 requisitos para que una intervención armada pudiera darse:

  1. Seriedad de la amenaza
  2. Debido propósito
  3. Último recurso
  4. Medidas proporcionales
  5. Balance de las consecuencias

Brevemente:
Respecto del primer punto, creo que no hay duda, la amenaza ya no era sólo eso, sino que las fuerzas insurgentes en libias estaban sufriendo ataques efectivos por parte del gobierno, no es necesario agregar más.
En cuanto al debido propósito, bueno, efectivamente puede haber segundas intenciones. Todos sabemos el poder del petróleo y su influencia en la economía del mundo, probablemente no se trate sólo entonces de “defender la democracia” ni de salvar al “oprimido pueblo libio”, pero no por ello hay que condenar la intervención en sí, creo -adelanto a las conclusiones- que hay que más bien regular su extensión.

En lo personal me parece que efectivamente el ataque armado era el último recurso disponible, en particular porque la población civil ya estaba siendo atacada, no eran meras amenazas, y era necesario tomar medidas efectivas a corto plazo y, bueno, todos sabemos que para ese resultado la diplomacia no es el camino más eficiente.

Respecto a la proporcionalidad de las medidas, hasta el momento creo que se ha respetado, mal que mal, estamos hablando de 3 países con gran cantidad y calidad en su armamento y, hasta ahora, no parecen haberse sobrepasado en sus ataques, me imagino que por lo complejo de atacar target como los que persiguen ahora. Esperemos que no empiecen a llegar las noticias de “errores” en los ataques y que se vean civiles directamente atacados o bien atrapados en un fuego cruzado.

El balance de las consecuencias... difícil. ¿Podemos usar la fuerza para derrocar un tirano?, es proporcional la muerte de sus seguidores o la de sus detractores para lograr ese cambio? Es la mejor medida?, creo que es una reflexión que sobrepasa estas líneas, pero me encantaría leer sus comentarios al respecto.

Como adelantaba, estimados, creo que en vez de negar la existencia o, mejor dicho, la necesidad de estas intervenciones es más bien necesario considerar su regulación, su limitación y la férrea fiscalización de su cumplimiento. Una vez que el mandato termina, fuera las fuerzas, fuera la intervención y que el país surja por las suyas, al final, ningún país es perfecto y todos han tenido que forjarse a partir de si mismo, así que ninguna intervención – ni aún de los más expertos – puede asegurar procesos de transición política pacíficos y exitosos. Y los incrédulos, bueno, los invito a estudiar el caso de Kosovo que, aún con reticencia por parte de algunos, vio retirarse a las fuerzas de la OTAN, siguió con un mandato de estabilización político de la ONU y terminó hoy como un país independiente y democrático.




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Voy a contar la historia de Llico. O mi historia de Llico más bien, que envuelve uno de los momentos más conflictivos que tuve mientras estuve trabajando en la reconstrucción y que se me viene a la memoria de mano de, por supuesto, lo que hemos visto este día, lo que está ocurriendo a estar horas (evacuación) y lo que tanto se discute a nivel político y ciudadano cuando se habla de la reconstrucción, me refiero al dónde y al qué reconstruir. 


Llico es una localidad de la comuna de Vichuquén, comuna bendecida con una belleza incansable, con una puesta de sol que daría para grabar con una cámara de celular una comercial de esos bien vaporosos de perfume francés, bendita –en particular- con un lago, un río y el mar. El problema es que hoy bien sabemos que cuando el agua se descontrola deja de ser sólo el sustento de nuestra civilización y se transforma en la fuerza más letal que existe en nuestra naturaleza. La comuna de Vichuquén, como decía, tiene estas tres manifestaciones de agua, pero Llico se ve especialmente favorecido (?) por ello, pues ese sector que pueden ver en el mapa que tiene el lago Vichuquén a su espalda, el océano pacífico al frente y el río Llico a uno de sus costados. No necesito explicarles –ya lo vieron y si no se acordaban, probablemente lo recordaron hoy- cómo quedó ese sector cuando fuimos protagonistas de nuestro propio maremoto. La gente me explicaba que el río un bendito 27 de Febrero decidió tener más protagonismo, y ser él donde desembocara el mar, pero la pega le quedó grande, las olas empezaron a azotar y el río –sobrepasado- empezó a inundar los campos que lo bordeaban, las casas de sus vecinos, y llevarse a un par de ellos en el camino. No le gustaba que lo vieran fracasar.

Así quedó Llico, con sus habitantes bajo los árboles del cerro que los aísla del resto del mundo y, cuando llegaron “los ricos del lago”*, en mediaguas donadas por ellos y construidas en ese mismo cerro.  Cuando llegué yo, acompañada de un algunos funcionarios municipales, a visitar a las más de 90 familias de la lista de beneficiarios de mediaguas según la municipalidad, me enfrenté por primera vez a la incómoda situación de que no me contaran sus historias, sino que me exigieran su mediagua, su segunda mediagua, porque eso era lo que les “habían prometido”. No me voy a meter en el conflicto político de fondo que hubo aquí, quizás en otro momento lo haga, sino que me quiero enfocar en dos cosas, la situación de los habitantes de Llico en particular, y la reacción personal.

En cuanto a los “lliquenses” (?), sus casas habían sido devastadas. En mi torpeza hice esa clásica pregunta que uno se arrepiente cuando ve la cara del que le va a responder (tipo, “y cómo está tu polola?”, sin saber que terminaron recién) pero mi pregunta fue ¿Y dónde está su casa?, sólo para que me indicaran un espacio desierto, húmedo, oscuro y con madera apilada alrededor, que definitivamente fueron en su mejor momento, las murallas de su hogar. Esa historia se repetía por muchos, pero –y aquí viene el problema- cuando contemplábamos la opción de construir la mediagua, a la pregunta dónde, la respuesta era “aquí”. No soy oceanógrafa, ni geógrafa (Dios me libre!), tampoco ingeniera y ningún interés en la construcción, pero el mismo sentido común que me dice que con un terremoto de 8.8 hay que decretar alerta de tsunami (sí, palo), me dice que no puedo emplazar la vivienda de emergencia en el mismo lugar donde estaba la anterior y que fue arrasada por el mar. Esa discusión la tuve repetidas veces ese día, y lo que para mi parecía tan lógico, para algunas de las personas parecía simplemente un insulto. Algunos, claro, no bajaban del cerro ni para comprar y habían decidido quedarse allí y reconstruir allí, lejos del agua que los rodea, lejos del agua que les arrasó la vida.

¿Qué pasa hoy con las personas de Llico?, hoy, 11 de Marzo, en que tenemos alerta de tsunami nuevamente, en que el agua amenaza nuevamente, ¿temerán?, ¿dejarán sus casas y partirán al cerro?. Prometo que cuando hablaban de cómo se estaba planificando la evacuación volví casi presencialmente a Llico y me vi compartiendo nuevamente una camioneta municipal, avisándole a las personas, que sí, por ese terremoto que ocurrió por allá lejos en Japón, ellos nuevamente corrían el riesgo de perderlo todo, y perderse a ellos mismos.

El temor y la tozudez pueden manifestarse más en conjunto de lo que uno piensa frente a una misma situación, o quizás incluso van de la mano. En lo personal Llico me dejó –aparte del sinsabor de la experiencia misma de verme involucrada en una promesa política de la que no era parte- con uno de los cuestionamientos más grandes respecto de la reconstrucción y que tiene que ver directamente con el dónde. ¿Será que Chile simplemente no se puede permitir un borde costero habitable?, y entonces, qué hacemos con el pescador para que salga a pescar, ¿dónde vive? La respuesta evidentemente no la tengo yo, pero ante estas emergencias en las que nos vemos involucrados, vale la pena darle una vuelta. Porque, con la mano en el corazón, ¿Cómo viviríamos si cada vez que hay un terremoto importante tuviésemos que abandonar todas nuestras pertenencias, nuestra historia, para salvar la vida?




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*Así le llaman a las personas –generalmente santiaguinos- que tienen unas casas tremendas y que jamás pude ver porque están internadas en el bosque a orillas del lago y lejos del camino.

Si quieren ver imágenes de Llico después del terremoto, existe esta Galería de Terra


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Baldosa sobre tierra

**Para ser absolutamente fiel a la emocionalidad de este día, el post está hecho en un mero corriente de la conciencia, sin filtro ni edición. Lea a su riesgo**

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Estaba viendo las noticias hace unos días, en este nuevo “boom” televisivo del terremoto, y apareció una imagen que sin esfuerzo alguno me trasladó a lo que fue mi vida, a la que fui yo en los meses post-terremoto.  Baldosa sobre tierra. Alguna que otra muralla de pie, agrietada, grisácea, muralla verde hospital, muralla de nada, baldosa al aire como de terraza mal  cuidada. Una sola palabra se me vino a la mente: desolador.

Curiosamente, la primera definición de desolador en la rae es “asolar” y asolar lo define como “destruir, arrasar”, es impresionante lo bien construido que está nuestro idioma. 

La baldosa en la tierra representa todo lo que era y ya no es. Todo lo que, desde sí, podría haber sido. De muralla verde a muralla blanca, de comedor de 4 a comedor de 6, de casa de un piso a casa de dos, todo sostenido por esa baldosa que adherida a la tierra cimentaba la esperanza de una familia que a puro esfuerzo propio había ido mejorando su vivienda, esa vivienda de subsidio o esa fiel casa de adobe tantas veces reparada, pero que ahora, reducida a algo mucho menos que escombros, no era sino un fantasma lejano de lo que podría haber sido y que probablemente, y para mi dolor, el de los dueños, y espero el de ustedes, nunca será. 

Y ahí llegaba yo, cuaderno en mano, inexperimentada, ignorante, insolente, a decirle que sus baldosas, esas mismas que tantas veces sirvió de sostén para los “primeros pasos” de algún pequeño de la familia, esas que eran el único vestigio de lo que fue, iban a tener que ser traspasadas indolentemente por un chuzo, para que allí, sobre lo que nunca sería, le pudiésemos instalar aquello que era lo único que le podíamos dar: una mediagua. Entonces en un acto más de nostalgia que de pragmatismo, algunas personas tomaban su propio chuzo y salvaban las baldosas que podían y quedaban allí, todas arrinconadas en alguna esquina, quizás para qué, quizás para cuándo…, y ahí frente a nosotros entonces, ya ni muralla, ya ni baldosa, una mera capa de concreto y los recuerdos. Y a construir, que en cualquier caso, esto es mejor que una carpa.     


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Blogqueo

Estoy blogqueada...de verdad quiero escribir, pero no sé de qué.

Sugerencias?


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Después de tantos días se me va a hacer difícil escribir con detalles y con gracia. La emoción ya pasó y evidentemente son las líneas emocionadas las que me resultan mejor, así que este post  probablemente será más descriptivo y, de todas formas, más reflexivo.

Después de la emoción del día Jueves, de la expectación y la constante fascinación por lo que pasaba, el día Viernes –seré sincera- se me hizo más tediosa la tarde, en parte porque el calor era tremendo (y nuevamente estábamos en el mismo living que les describí antes, y la misma cantidad de personas), también porque llegué más temprano (+ temprano, + calor, + tiempo) y, finalmente, porque lo que ocurrió entre las 15 y las 20 hrs fue bastante similar a lo que había ocurrido el día anterior. Bailes, cantos, bailes, bailes, cantos, bailes, cantos, cantos  y loas a la novia, todo por supuesto en árabe así que quedará en el misterio todo lo que allí se dijo y cantó, al menos para nosotros. Eso sí, esta vez  y por la hora, nos dieron almuerzo a todos. Un plato de arroz árabe (sí, redundante) con ensalada y cordero para los adultos, el que cambiaba por pollo en los niños. Hay que decir que ya soy una experta en comer cordero con la mano (literalmente, no es que uno lo envuelva en una servilleta y lo muerda con la boca, sino que se van sacando pedazos con la mano para comerlos). Para el arroz y la ensalada, eso sí, se entregaron tenedores (Cuando he comido con ellos a veces en vez de tenedores usan pan pita como una especie de cuchara para esos alimentos).
Una vez que los niños terminaron de comer y desocuparon el suelo, vino el almuerzo de los adultos y luego ese tradicional te bien caliente, servido en vasos y con una cantidad de azúcar que mataría a cualquiera de un coma diabético antes de poder rezar un padre nuestro, yo que soy mala para las bebidas calientes, por supuesto me salté esta etapa. Entiendo las razones químicas o físicas, pero sigo pensando que tomar algo caliente con este calor es un acto un tanto suicida.
Terminada la comida entonces, vino una especie de calma, un reposo del baile y del ruido (cualquiera de mis amigos viajantes podrán certificar lo ruidoso que los árabes son) esperando, qué? Que la novia hiciera su aparición. Hasta ese momento estaba encerrada con Isra e Imán, terminando de arreglarse. A los pocos minutos salió, entera de blanco en un vestido con corsé y falda tipo princesa y con todos los brillitos que pueden imaginar. Por supuesto el vestido tenía un enorme falso, hecho de capas y capas de tul? Noooo, falso a la antigua! Ese armatoste de alambre que hace que su vestido se vea como una circunvalación perfecta!, pero que no le permite estar cómoda en toda la noche. En mi ignorancia pensé que ese tipo de armados no existirían, pero de hacerlo, evidentemente, sería una novia árabe la que lo usaría. Es que, y que se entienda que con respeto lo digo, en su cultura se reúnen muchos clichés occidentales que en nuestro caso se han ido puliendo y des intensificando, pero que para ellos siguen siendo los estándares de elegancia y belleza. Es todo un tema para ahondar.
La novia nuevamente fue sentada en un sitial preferencial y ahí se quedó, al igual que el día anterior, mirando seria como las demás bailaban y cantaban. Hoy de verdad no se podía mover y no parecía querer tampoco, podría decirse que estaba nerviosa, pero no parecía ser eso realmente.

La tarde siguió avanzando, la novia seguía en su lugar y reapareció Dina a saludarme. Mi pequeña guía me comentó que, al ser la novia iraki y en consecuencia al hablar un árabe distinto, a veces ella se perdía de las conversaciones de las invitadas que en su mayoría son de origen palestino y que, por lo tanto, debían “cambiar” su árabe para que la novia lo entendiera. Por algún motivo, y aún cuando evidentemente nuestros roles eran MUY distintos en esa fiesta, sentí un poco más de empatía con la novia y me sentí realmente urgida a hablar con ella, pero eso del idioma se interpone de forma brusca y el uso de interpretes no serviría en este contexto. Nuevamente, tengo que aprender árabe.
Con un poco de letargo vi otra vez los bailes del día anterior, con bastante vergüenza salí a bailar un par de veces yo misma (y ahora puedo decir con más propiedad que algo de caderas puedo mover, el problema es coordinar eso con el difícil movimiento de pecho y brazos) y así fueron pasando las horas que, luego de un par de falsas alarmas de “viene el novio”, hicieron que las invitadas fueran poco a poco localizando sus pañuelos y teniendo a mano sus vestidos y tapados.
Alrededor de las 20 hrs comenzó la corredera, las invitadas a taparse y la novia apareció de repente con una especie de capa blanca de raso cubierta con encajes que le cubría los hombros que su corsé mostraba y que incluso tenía una capucha que tapaba su cabeza, la que de ahora en adelante mantuvo siempre mirando al suelo, sutil gesto que generó el nudo en mi estómago que no se deshizo sino hasta unos días después.
En este punto me nombraron camarógrafa de la ceremonia, la verdad no sé por qué, pero en ese minuto pensé que sería una ventaja ya que me permitiría ver lo que pasara más de cerca…pamplinas, si hubo una palabra que debería haber aprendido antes era “permiso”, porque entre los cantos, los bailes, el ruido y mi español, esa pobre familia va a ver un par de burkas, unos cuantos velos y lo que alcancé a grabar arriba de una silla, el resto, quedará a su imaginación. En todo caso,  no se preocupen, porque lo que no alcancé a grabar bien, al menos sí lo pude ver mientras trataba de ajustar la cámara para lograr una toma decente.
El asunto parte así, los hombres con el novio llegan a la casa de la novia (que en este caso, por las razones que expliqué, es la casa del novio) y se “toman” la calle con una dinámica similar a la de las mujeres, cantando, bailando (sin vientre, eso sí) y gritando consignas al novio. Las mujeres, por su parte, se reúnen en la puerta de la casa y contestan a estos cantos con los propios, con lo que se arma una especie de “batalla musical” un panorama deleitable para una melómana como yo. En un momento, los hombres tomaron en andas al novio y lo “depositaron” frente a la puerta de la casa. Uno de sus familiares anunció a viva voz la llegada del novio y este entró a la casa y en el sitial donde siempre estuvo la novia esperando, la besa. Ahí entonces, empieza la fiesta. Nada de votos, ni bendiciones, ni ceremonia, aquí nos vamos directo al “puede besar a la novia”. Aunque no soy experta, vale decir en todo caso que el matrimonio musulmán sigue la teoría del perfeccionamiento del acto mediante la consumación, de modo que hasta que no tengan relaciones sexuales no hay realmente marido y mujer, lo que en este caso se lo toman muy en serio, ya leerán por qué.
Luego del beso comenzaron las felicitaciones, la familia primero evidentemente, que al paso le traía un jarrón con jugo del que bebieron ambos novios y del que luego, por supuesto, bebieron las mujeres solteras (y yo de nuevo en el baile). De ahí comenzó la fiesta, el lanzamiento de dulces, la repartición de la  torta, el tradicional lanzamiento del ramo, etc. El espacio era tan pequeño que terminaron por salir a la calle a bailar con la música puesta en los autos y con una fiesta que atraía a todos los vecinos. Aquí, sin embargo, fue cuando caí en cuenta de lo que realmente estaba presenciado, de lo que había ocurrido frente a mis ojos y que yo, embobada por lo distinto, por lo “exótico” había pasado por alto.  La novia seguía adentro, sola, sin salir a bailar, sin cara de baile, sin cara de celebración, quizás, porque no tenía nada que celebrar.
Antes de salir al baile “masivo” pusieron un lento y apagando las luces los cubrieron con una especie de velo que, por supuesto, no tapaba nada a nuestros ojos, ni les disimulaba a ellos la treintena de ojos que tenían fijos sobre sí. Un lento, es, evidentemente y en todas las culturas un baile que se baila dando círculos, sin desplazarse del lugar, sin aplicar mucha técnica de baile y que tiene un sólo objetivo y que no es bailar precisamente (es darse besitos, no piense otra cosa, para todo lo demás, tiene el reggaetón). El asunto es que el pobre novio no recibió si no negativas por parte de la novia en sus intentos de robarle aunque sea un piquito a su recién adquirida esposa. La novia terminó bailando, literalmente,  con su pera pegada al pecho, mirando al suelo, absolutamente escondida de su marido y del exterior. Terminó el baile y se sentó, y ahí se quedó a veces sola, a veces acompañadas, sin ningún atisbo de alegría, o de ese brillo especial que tienen las novias y aunque bien puede haber sido el tan desarrollado pudor que tiene los árabes, lo que le impidió besar a su marido cuando bailaban,  su actitud en general me hacían pensar que simplemente  no quería hacerlo, aunque ruego en Dios que haya sido sólo mi impresión.
En mi afán por saber por qué la novia no salía, me acerqué a una señora que hacía poco había llegado, la que claramente hablaba también español y que resultó ser la jefa de la mamá del novio (dueña de la peluquería donde Majida trabaja haciendo depilación con hilos), muy dispuesta, me explicó que la novia simplemente se negaba a salir lo que no le parecía mucho, pero bueno, no se le podía obligar.
Poco rato después la multitud comenzó a desmembrarse y entrar a los autos, ahí Dina nuevamente entró a la cancha y me explicó que había que ir a dejar a los novios. Así que aquí estaba! Había que asegurarse que los novios efectivamente se “casaran”, por lo que había que acompañarlos hasta la puerta del lugar de los hechos. Para estos efectos habían arrendado un par de furgones escolares y acompañaban varios autos que, escoltando a los novios, se fueron en caravana hasta una nueva locación, un departamento que le serviría a los novios de morada por los primeros días.  Yo, evidentemente, me subí a un furgón como pude y partimos de nuevo (estaba muerta, pero si vamos a hacer las cosas, hay que hacerlas bien) en el camino fueron cantando, los niños molestando y bueno, las miradas de los curiosos en los semáforos no se hacía esperar, no es de todos los días que ves una caravana de musulmanes cantando y bailando. La alegría de la corte llegó a tal que en una luz roja los hombres llegaron a bajarse de un auto poner la música fuerte y bailar ahí en la calle, acompañado de los gritos y palmas de algunos compatriotas y una que otra fotografía tomada desde el siempre dispuesto celular.

Nos bajamos todos y entramos a un pequeño parque que tenía el edificio, allí los cantos y los bailes siguieron, los vecinos se asomaron por las ventanas para ver como improvisadamente les llegaba un poco de medioriente a su casa un viernes por la noche. Después de unos minutos bailando, la procesión se dirigió hasta los ascensores donde, finalmente, los novios fueron dejados solos, la tecnología aquí se opuso entonces a que los escoltaramos hasta la puerta de la casa (gracias a Dios) y luego, entre unos ya más débiles cantos, el grupo fue desintegrándose, despidiéndose y terminando entonces esta celebración de dos días.

Por supuesto, a usted también se le acaba de olvidar nuevamente, lo que ha leído en este relato. Si lo hubiese escrito justo ese día, probablemente tendría una mejor pluma y además más detalles para afirmar mi postura, pero yo creo que la novia no quería casarse, o no con él al menos, que lo que ocurrió frente a mis ojos, y lo que acaba de leer, es una de las violaciones a los derechos humanos más graves y atentatorios con la libertad personal, contra la integridad y contra los llamados derechos de segunda generación relativos a la asociatividad y entre ellos al formar una familia. Hay muchas cosas que respetar de una cultura, hay muchas cosas que por simple formación pueden finalmente aceptarse, pero no creo que esta sea una de ellas, no creo que los matrimonios “arreglados” deban ser aceptados en ninguna parte del mundo, porque –si como dice nuestra Constitución – la familia es la base de la sociedad,  la piedra fundante de esa familia – que es el Matrimonio- debería partir desde un supuesto de libertad y, por supuesto, de amor.
El sin sabor del  “no-amor” que vi en la novia ese día, me aterrizó a una realidad que siempre siendo ajena, esa noche la sentí aún más extraña.



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Antes de comenzar, le sugiero que descargue el siguiente audio. Lo grabé el día del matrimonio, pero son de los mismos cantos que describo más abajo. Le servirá para ambientarse!
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Velos puestos, brazos tapados, un par de descoordinaciones y ya, se anuncia la llegada del novio. Algo le dice su abuela parada en la puerta y luego él hace su entrada, al mismo tiempo que le lanzan dulces y saltan serpentinas y esas espumas que simulan nieve. Era con escándalo la cosa. El novio, muy a mi pesar –en particular por las fotos que después se tomarían – no se produjo ni un poquito, pero ni uno. Jeans, zapatillas y una camisa manga corta verde. Tan arreglada la novia y tan poquito él, una lata.  Veamos si en el matri se reivindica.
Ya sentado al lado de la novia, la familia de él continuó con el baile que había empezado cuando avisaron que él venía, su mamá, su abuela, su tío, bailaron levantando sobre sus cabezas una bandeja blanca  que tenía una caja roja con forma de corazón (de esas típicas de collares) que –según me explico Dina- estaba llena de “el oros”. Un tambor apareció de algún lugar e Imán, la misma que antes bailaba en su vestido rojo, ahora toda tapada- comenzó a tocarlo y cantar y gritar algunas cosas que, luego me explicó, eran loas a la belleza de la novia, su bondad, su simpatía, etc. Cuando el baile de la familia terminó, la bandeja fue entregada al novio. Este abrió la caja y comenzó a poner las joyas de oro a la novia (yo quiero esta tradición!), aros, anillos, collares, etc. Puro oros. La novia sonreía tímidamente y él seguía su tarea torpemente, sus manos temblaban y cualquiera que haya lidiado con los ganchitos para abrochar un collar, sabe que eso no ayuda mucho. Aquí ya todo cambió, la novia no tenía nada de seria, su sonrisa brillaba más que sus nuevas joyas y por fin dejó su asiento para bailar con su prometido y su familia. 

Terminado el baile, se sentaron nuevamente y una torta fue traída, cortaron un pedazo y los novios entrelazaron sus brazos para darse torta mutuamente, tierni, pero CUEK! Así no era. Las tías bochincheras (así las llamaremos porque eran las que más “avivaban la cueca”) le explicaron al novio que lo que tenía que hacer era sacar torta del pedazo que le entregaron y que del mismo tenedor tenían que comer los dos, al mismo tiempo. Una especie de la clásica “gomita”, pero con torta. El novio, recatado, saco un pedazo grande por lo que se demoraron en que la maroma cumpliera su cometido, pero lo cumplió, risas risas, todos felices. Todos, porque ahora vino el llamado (en árabe) que hace todo animador de discoteque… “dónde están las mujeres solteraaas”, primero la hermana del novio – Isra-, otras niñas después y hasta yo salí en el baile. Del mismo trozo de los novios comen las mujeres solteras para encontrar  (o que le encuentren) marido y casarse. Me gustó, es más democrático que el famoso ramo.

Hasta aquí todo perfecto, el problema se presentó por el incesante tránsito de los pequeños que terminó por voltear la pequeña mesa que estuvo siempre frente a la novia y que tenía 4 pocillos (uno con henna, otro con sal, otro con dulces y otro con –asumo – hummus). Mañana tendré que preguntar para qué eran los dulces, la sal y el hummus, porque sólo me enteré, dado que se hizo igual después, que con el henna pintan las manos de la novia y de las invitadas. En una de mis visitas a la familia de Isra el año antepasado, Imán me pintó las manos y efectivamente queda muy bonito. Aquí unas foto para que se hagan una idea, aunque el diseño en la novia fue mucho más sencillo.

Al comenzar la pintura con henna, el novio y sus familiares hombres partieron, con sus bolsos con todo listo para mañana, preparados para dormir en otro lugar,  ya que no puede estar en la misma casa con la novia. Entonces, nuevamente baile, y filas de pequeñas niñas esperando su turno para pintar sus manitos con corazones, flores y lo que quedaba de henna permitiera. La novia desapareció por un momento y volvió después con otro vestido, más corto, más cómodo, ahora sin sus recién adquiridas joyas y dispuesta a bailar lo que no había bailado durante la tarde. La parte ceremoniosa de su fiesta había terminado, ahora a disfrutar sus últimos bailes como soltera.


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